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Hoy, 23 de marzo, se cumple el 50º aniversario de la desaparición de Cristóbal Balenciaga, fallecido a los 77 años de edad en el Hospital La Sagrada Familia de Valencia a causa de una dolencia cardíaca.
Balenciaga fue Maestro entre sus colegas, escultor de siluetas, erudito en los tejidos, experto en el corte. Forjó, a partir de la simplicidad y la comodidad, un nuevo concepto de elegancia femenina.
El reservado getariarra que llegó a París y reinó, marcando el ritmo de la moda durante más de tres décadas.
El 22 de mayo de 1968 había anunciado su retiro, que algunos medios calificaron como «el fin de una era»[1]. Un retiro sin sucesión, que llevó al cierre de sus casas en París y en España, donde el proceso de cierre se prolongó un año más.
Tras esta decisión que conmocionó al mundo de la moda estaban los importantes cambios sociales de la época, que le obligaban a transformar el negocio al que había dedicado toda su vida: cambios en la demanda, en el suministro de tejidos, en los costes de la mano de obra… Todo ello coincidiendo con un momento vital en el que debió de acusar el cansancio de cincuenta y dos años ininterrumpidos de trayectoria profesional.
Si su vida como creador de alta costura puede considerarse muy discreta, casi enigmática, sus últimos años fuera de ella fueron aún más privados. Y sin embargo, paradójicamente, es en este periodo cuando ofrece las dos únicas entrevistas de su vida. La primera, el 10 de agosto de 1968, a Virginie Merlin para la revista Paris Match desde su casa de campo, La Reinerie. El titular: «Balenciaga devient un visage». En la entrevista se muestra cercano y relajado. La segunda y última —que conozcamos— fue concedida tres años después a The Times; la periodista Prudence Glynn la tituló con un efectista «Balenciaga and la vie de un chien».

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En ellas oímos hablar a Cristóbal, el hombre siempre invisible, y entendemos en gran medida esa pasión que le llevó a atreverse a coser un traje, con tan solo doce años, para la marquesa de Casa Torres, para quien su madre trabajaba como costurera.
Y entendemos también la presión que supone estar en lo más alto, crear durante medio siglo y sostener un entramado empresarial con tantas personas que directa o indirectamente dependían de él. Un trabajo sin descanso, temporada tras temporada.[2]
Ampliaciones sucesivas de capital suscritas íntegramente por Cristóbal, de su patrimonio personal, para inyectar liquidez y hacer frente a los pagos a proveedores y empleados; esfuerzos por «colocar» a las colaboradoras más fieles y veteranas; conflictos laborales en Madrid que retrasaron el inevitable cierre[3], una caja de plata firmada por todas las maniquíes de París; agradecimientos y reproches, fragmentos de historias que nos recuerdan que los finales no siempre son apoteósicos y que no hay vida que discurra perfecta.
Balenciaga tuvo que hacer frente a retos y dificultades a lo largo de su trayectoria profesional —no en vano mantuvo su negocio a través de dos guerras—, pero sin duda disfrutó también de seguir siempre su vocación, tener éxito en su faceta creativa y en su faceta empresarial, y recibir en vida respeto y reconocimiento.


A su regreso a San Sebastián no permaneció inactivo. Trabajó en ocasiones para sus amistades, e incluso tomó parte en una nueva iniciativa empresarial relacionada con el prêt-á- porter que no llegó a prosperar.[4]
En esta época recibió, además, el ineludible encargo del vestido nupcial de Carmen Martínez-Bordiú. En el desfile de su vida, como en los de las casas de moda, el vestido de esta novia supondrá el último trabajo de una prolongada y fecunda carrera.
Al concluir esta tarea se tomó unos días de descanso en el Parador Nacional de Jávea acompañado de Ramón Esparza y su sobrina, en busca de la placidez y el clima favorable de la costa mediterránea.
El 22 de marzo le falló el corazón. Fue trasladado urgentemente al hospital, donde falleció la mañana siguiente.
En los días y semanas sucesivos, los boletines de radio dan la noticia y se publican, uno tras otro, los obituarios. Desde las cabeceras de los periódicos más importantes de las capitales del mundo hasta los rotativos locales de Europa y América, todos le dedican diferentes titulares y un mismo mensaje: el Rey ha muerto[5].
En su número de mayo, la revista Vogue lo despide publicando por primera vez las imágenes icónicas de Cartier-Bresson que lo retrataban de la manera más fiel, es decir, en el mismo acto de hacer. Junto a ellas, una cita de Violette Leduc de 1965 que lo exalta como artista y creador:
«Cuando diseña un vestido, Balenciaga esculpe, pinta y escribe. Por eso está por encima de todos los demás. Crear vestidos, volver a partir una y otra vez del mismo modelo, es elegir constantemente, sin pausa. De la misma forma que respiramos para seguir viviendo. Elegir es dar aliento a lo que aún no tiene forma, dar vida a lo que aún no ha nacido. En esto, Balenciaga es supremo».


El día 25 de marzo regresa definitivamente a casa, a Getaria. Sale de la iglesia al atardecer, por la Calle Mayor. Lo acompañan su familia, sus colaboradoras, colegas, amigos y vecinos, camino del pequeño cementerio sobre la colina, con vistas al mar.
Hoy hace cincuenta años que murió Cristóbal Balenciaga. En distintos lugares y medios se hablará de su vida, se organizarán conferencias y exposiciones.
En Getaria, como cada año, habrá flores blancas sobre su tumba, donde descansa junto a Martina, su ama. Se rezará por su alma en la Iglesia de San Salvador, dado que era una persona religiosa y sin duda habría apreciado que se le dedicase una oración.
En el museo que lleva su nombre, quienes formamos parte del equipo de trabajo nos afanaremos un poco más. Se prepararán nuevas exposiciones, se investigarán nuevos datos, se editarán publicaciones y se buscarán nuevas formas de difusión e interpretación de su obra.

Se abrirán los archivos a las escuelas de diseño y moda, se transmitirán técnicas que no deben perderse, se dinamizarán talleres para que niños y niñas puedan aprender sobre el cuerpo vestido, la historia y la moda, la tecnología y la sostenibilidad. Se acogerá a visitantes de todo el mundo, turistas y «peregrinos»; y se mantendrá un edificio, se limpiarán las salas, se vigilará y protegerá un patrimonio, se administrará una entidad.
El Museo Cristóbal Balenciaga no es el único custodio del legado de Cristóbal Balenciaga, pero sí es la institución que de forma continuada y permanente, día a día, año a año, le rinde con su labor un constante homenaje. Aspiramos y nos inspiramos en los valores que Cristóbal Balenciaga representa: rigor y trabajo, creatividad e innovación, sencillez y honestidad.
Cada día, y desde esta cotidianeidad, recordamos su obra y su persona; no sólo hoy, pero también hoy.
Miren Vives Almandoz,
directora general de Cristóbal Balenciaga Museoa.
[1] Titular en la publicación Women’s Wear Daily del 23 de mayo de 1968.
[2] La traducción completa de ambas entrevistas en castellano está recogida en VV.AA, «Moda y Patrimonio, Cristóbal», Cristóbal Balenciaga Museoa, 2020.
[3] Estos y otros detalles relativos al cierre de EISA S.A. se recogen en Balda, A. «Balenciaga and la vie de un chien», Fashion Theory. Issue 6. Volume 25, 2021.
[4] Se recoge información adicional sobre esta iniciativa empresarial en VV.AA, «Moda y Patrimonio, Contextos», Cristóbal Balenciaga Museoa, 2019.
[5] Titular en la publicación Women’s Wear Daily del 25 de mayo de 1972.